– Mi pedazo es mucho más chico.
– Decile que te lo cambie.
– No, ya está, pero fijate la diferencia entre el mío y el tuyo.
Era un restaurant de pisos, paredes y techo de madera, al pie de una montaña. Una estufa a leña calentaba la sala. Nos esperaban con la comida luego de terminado el trekking al Glaciar Briksdal, en pleno valle del este de Noruega. Era un pedazo de salmón rosado. Y el pedazo chico le tocó a mi mamá.
Nos habían sentado con una pareja de españoles y su hijo. Ya los había visto mientras hacíamos la caminata al glaciar. El pibe estaba en la misma que yo, de viaje con sus viejos. La única interacción de la mesa había sido un saludo cordial cuando nos sentamos, y ahí había escuchado su acento. Me gusta escucharlos.
El primer plato fue una sopa cremosa que no comí, y se la pasé a mi papá que comió ambas porciones. Esperé el plato vegetariano que llegó cuando todos habían terminado. Los españoles hablaban de un equipo de fútbol que había pasado a la final de la champions. Nosotros no hablábamos. Estábamos incómodos con esos tres extraños enfrente. Yo intentaba conectar el wifi.
– ¿Y? ¿No hablaron más? ¿Como te sentís con eso? – me preguntó mi mamá cuando terminó su porción chica de salmón.
– No Ma, no hablamos desde la última vez que te conté – le respondí bajito. No podíamos estar frente a esta gente y ni siquiera intercambiar una mínima charla. A ellos no les pasaba lo mismo, hablaban como si estuviesen solos.
– ¿Y de qué parte de España son? Les dije, un poco nerviosa, interrumpiendo su conversación futobolística. Mi viejo se levantó y se fue.
– Del País Vasco, Bilbao.
Mis preferidos. Los vascos son mis españoles preferidos. Había estado el año pasado en San Sebastián y me había enamorado completamente.
– Qué lindo lugar. Estuve por su zona el año pasado y me gustó muchísimo.
Mi viejo volvió a la mesa contento porque había encontrado un mapa de Noruega, y dijo algo sobre el deseo de los vascos de separarse de España, y sobre sus amigos vasco argentinos que dicen no ser españoles. Siguieron hablando de la corrupción del gobierno español, y la corrupción del gobierno argentino, y del desastre del desastre del desastre. Se reían, compartiendo su decepción con el mundo. Parecían cortados con el mismo cuchillo.
No recuerdo como fue el postre, pero si que nadie lo comió y nos fuimos. Ni sé si nos dijimos chau.