Mal de Archivo es de esas librerías de las que no te podes ir con las manos vacías. Todo lo que se vende ahí es interesante. Cada libro está elegido a consciencia. Y cada edición también. Este sábado a la mañana pasé y charlé un rato con Manuel, un apasionado por los libros que cumplió su sueño de tener una librería y nos dio a todos la posibilidad de disfrutar de un momento de tranquilidad, rodeado de libros en un espacio moderno y acogedor. “Siempre me dediqué a los libros. Desde que salí de la secundaria, estuve trabajando en librerías, así que creo que decantó de forma natural. Viví un tiempo en Barcelona, donde también trabajé en librerías, y cuando volví en el 2012, ya tenía la idea de abrir un espacio como este. En realidad, me dedicaba a libros de colección, los libros antiguos eran mi rubro. En libro nuevo fui aprendiendo últimamente.”
Los libros de Mal de Archivo son primero que nada atractivos. La estética de la librería, la distribución de los libros, sus tapas, tipografías e ilustraciones son cautivadoras y ese es el trabajo minucioso de Manuel que está en cada detalle. “Un poco el perfil de la librería es tener libros que no se consiguen en las grandes librerías, trabajar con editoriales chicas, ya sea argentinas o venezolanas, colombianas, españolas. En los últimos 10/15 años surgieron muchas editoriales chicas, ya sea en Argentina como en España, y todas muy dedicadas al diseño de sus tapas, la traducción, a las presentaciones, etc., entonces se facilitó un poco esto de encontrar libros que no están en todos lados. Pero si, paso mucho tiempo mirando catálogos de libros y como trabajo con muy bajo stock, selecciono muchísimo. La división temática es bastante clásica: literatura, ensayos humanísticos, sección infantil, arte, música, cine, teatro… pero, por ejemplo, no tengo ningún libro de Borges o de Cortázar; si me lo piden lo consigo, pero trato de tener los libros que no están en todos lados.”
Cuando abrió Mal de Archivo, había también un espacio de cafetería, pero eso finalizó en enero de este año. “Cerramos el espacio de cafetería porque no era nuestro rubro y se convirtió en algo muy grande, que nos requería de mucha administración, así que nos unimos con los chicos de Gran Reactor, que es un espacio de trabajo” [Gran Reactor es un espacio de coworking: en su página de Facebook ellos mismos se describen como un club de ideas, un lugar donde podés trabajar, leer, jugar, desayunar, merendar, tener reuniones y acceder a una programación de talleres, charlas, ciclos y muestras]. Este mix genera un ambiente de trabajo creativo que se siente en el aire.
Además, hace un tiempo empezaron con los libros usados. “Originalmente ese es mi rubro. Tenía un montón de libros antiguos que fui coleccionando y varias cajas que me traje de España, pero nunca habia tenido tiempo de clasificarlos y hace un tiempo empecé a dedicarme a eso. Traje un vitrina en donde están las cosas más importantes: primera traducción argentina de Kafka, Fluxus, hay un quijote en hebreo ilustrado. Y también, por una cuestión económica. El libro nuevo tiene su costo. Aunque a veces los usados valen más, pero es por una cuestión de escasez. Es un rubro que me gusta mucho, es también una forma de ampliar el stock, y además mueve otro público, está bueno que la gente pueda venir a revolver un poco los libros.” Le gusta que la gente vaya a ver sus libros, se mezcle con ellos, y no apunta a un público en especial, no tiene un estereotipo de lector en mente cuando selecciona los libros. “No apunto a un público en particular, apunto a tener lindos libros. Si quiero a ese que está buscando algo especial, o ese que quiere que le recomienden algo, porque por ahí no sabe. Hay mucho trabajo de recomendación de los títulos, viene mucha gente del ámbito del diseño.” Y también tiene un feedback de su clientela, que se acerca y le aporta nuevos datos. “A veces la gente cree que el librero leyó toda su librería y eso no es así. Como mucho uno llega a leer un 5% o 10%. Pero sí, al elegir los libros, uno lee reseñas de cada uno y lee a reseñadores que ya conoce y que eligen buenos libros. Yo no recomiendo un libro que no conozco. Solo recomiendo lo que sé que está bueno, sino prefiero decir que no sé. La gente que viene a la librería me recomienda libros y eso lo tengo muy en cuenta. Hace un rato me pasó que vinieron por un autor que no conocía y ya me lo anoté para investigar de qué se trata.”
¿Por qué Mal de Archivo? “Fue dificil tomar la decisión, porque como tenía la palabra “mal”, muchos me decían que no iba, pero al final generó mucha inquietud, de dónde venía, de qué se trataba. Viene de varios lados: por un lado del libro de Derrida (“Mal de Archivo. Una impresión freudiana”); también viene del capítulo “Mal de archivo” de un libro que se llama “Retromanía” de Simon Reynolds, un periodista inglés especializado en música, que para mi es muy capo; y además hay un blog cultural que se llama Mal de Archivo, que escribe un chico de Rosario y que es muy interesante. Así que no es muy original el nombre, pero por ahí sí lo es para una librería. Tiene que ver con este concepto de trabajar con libros nuevos, libros antiguos, y que no esté todo catalogado y ordenado, sino que también uno venga un poco a revolver las cosas.”
[No se la pierdan, están en calle Moreno 477 de la ciudad de Rosario.]
por Alida Könekamp
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