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The Subtle Art Of Not Giving A Fuck

ientras leía The subtle art of not giving a fuck compartí algunas fotos y frases del libro en Instagram y varias personas me preguntaron si estaba bueno y si lo recomendaba ó no. La respuesta fue sí, pienso que estas lecturas siempre suman y prometí ampliar un poco más sobre el libro en el blog. Cumplo con eso.

El título del libro nos promete la fórmula mágica: cómo hacer para que  aquellas situaciones que consideramos negativas y que nos pasan a diario no nos importen o nos importen menos. Y de esa manera evitar los condicionamientos y reducir el impacto que tienen en nuestro humor y nuestra salud.

Mark Manson es el autor del libro y un blogger súper estrella con más de dos millones de lectores. Si entran en www.markmanson.com se van a encontrar con una cantidad inmensa de posts sobre cómo encarar situaciones cotidianas con recetas fáciles y atractivas.

Se puede ver con claridad y desde el inicio que la idea de este libro es disruptiva: cambia el foco de lo que estamos acostumbrados a leer y a escuchar sobre el éxito y la felicidad y cómo alcanzarlos. Voy a recortar algunas partes que me gustaron y las voy a pegar acá abajo para que puedan ver de qué va el libro y en base a eso decidan si les interesa o no como próxima lectura.

Manson empieza su libro citando a Charles Bukowski. Para los que no lo conocen, Bukowski fue un escritor estadounidense muy particular. Un genio total de las letras y un autor que recomiendo leer desde ya, pero su estilo de vida, repito, fue muy particular. Bukoswski fue super adicto al alcohol, a las mujeres y a las carreras de caballos. Y Manson dice que el secreto del éxito del escritor no surgió de haberse determinado conscientemente a ser un hombre exitoso, sino todo lo contrario. Bukowski se autoreconoció como un loser y compartió a través de la escritura y con total honestidad su vida entera, incluyendo los rechazos recibidos por su familia, por las mujeres, por los editores, su vida totalmente desordenada, sus defectos y sus faltas: “Bukowski didn’t give a fuck about success” concluye Mark Manson.

Happiness is a problem”

Mark Manson comienza el segundo capítulo diciendo que la felicidad es un problema. ¿Cómo se le ocurre algo así? Si, la felicidad es un problema porque pretendemos ser felices las 24 horas y 7 días a la semana, cuando en realidad “la vida en sí misma es una forma de sufrimiento, la insatisfacción y la incomodidad son parte inherente de la naturaleza humana, y a la vez, los componentes necesarios para sentirnos felices. Sufrir porque es biológicamente necesario, y es el agente preferido de la naturaleza para provocar cambios no solo para sobrevivir en el ambiente dado, sino mejorarlo”, dice Mark Manson y nos deja pensando.

“You’re not special”

En el capítulo tres nos pasa a explicar que no somos especiales y que eso, no solo que no tiene nada de malo, sino que está bien. “Ser del montón se ha vuelto un nuevo estandar de fracaso”, dice Mark Manson. Si aceptamos la premisa de que la vida vale la pena solamente cuando nuestro estilo de vida es realmente grandioso, estamos aceptando el hecho de que la mayor parte de la población mundial tiene una vida de porquería que no vale la pena. “Lo más probable – dice Manson – es que gran parte de tu vida sea aburrida y eso está ok. El conocimiento y la aceptación de tu mundana existencia te dará la posibllidad de lograr lo que realmente deseas para tu vida, sin juzgamientos ni grandes expectativas”. De esta forma, explica Manson, podrás apreciar más las experiencias básicas de la vida y enumera una lista de placeres como la verdadera amistad, la posibilidad de ayudar a una persona que lo necesite, leer un buen libro, reirse junto con alguien a quien amas.

“You’re always choosing”

Mark Manson nos pone a prueba con lo que según el, es la única y más importante premisa, de cuyo entendimiento depende todo crecimiento y progreso personal. Y se trata de lo siguiente: comprender que cada uno de nosotros es responsable de todo lo que nos pasa en nuestra vida, sin importar cuáles sean las circunstancias externas. ¿Polémico? Estamos acostumbrados a justificar nuestros actos con lo que pasa fuera de nosotros, con circunstancias que no elegimos, pero que igualmente debemos afrontar. O a echarle la culpa a otra persona, o a la situación del país, incluso a la situación mundial. Según Manson, no siempre podemos controlar lo que nos pasa a nosotros, pero lo que sí podemos controlar es cómo interpretamos eso que nos pasa, así como la forma en que respondemos. Por eso, lo reconozcamos (conscientemente) o no, somos siempre responsables de nuestras experiencias.

“You’re wrong about everything (but so I am)”

“La certeza es la principal enemiga del crecimiento” dice Mark Manson, y sigue: “Nada está asegurado hasta que pasa, e incluso en ese momento es debatible”. Es por esto que aceptar nuestras imperfecciones es una condición sine qua non para que el crecimiento tenga lugar. En vez de buscar la certeza (o la seguridad) deberíamos estar en búsqueda constante de la duda (o la incertidumbre), y debemos dudar: de nuestras propias creencias, de nuestros propios sentimentos, de lo que el futuro tiene para nosotros. “En lugar de buscar tener la razón todo el tiempo, deberíamos buscar cuán equivocados estamos. Porque en verdad lo estamos” dice Manson.

Según Mark no debemos confiar en nuestra concepción de lo que es una buena o una mala experiencia. Solo podemos saber cuando algo duele y en este momento, pero no más. Los racistas hacen cosas de racistas porque están convencidos de su superioridad racial. Los fanáticos religiosos se vuelan a sí mismos y asesinan docenas de personas porque están seguros de que eso les asegura un lugar en el cielo. Los hombres que abusan de mujeres, lo hacen porque están convencidos de que los cuerpos de esas mujeres de las que abusan les corresponden. Las malas personas no creen que son malas; en cambio, creen que todos somos malos. 

“Failure is the way forward” 

En algún momento de nuestra vida, todos llegamos a un lugar en el que tenemos miedo de fallar. Ese momento y lugar en que evitamos los fracasos y nos centramos solamente en lo que hacemos bien. Esto nos sofoca, porque solo podemos ser verdaderamente exitosos en algo por lo cual estamos dispuestos a fallar. “Si no estamos dispuestos a fallar, tampoco estamos dispuestos a triunfar” dice Mark Manson.

“Gran parte de este miedo a fallar viene de valores mal elegidos. Si el parámetro de tu éxito fue “comprar una casa y un lindo auto” y gastaste veinte años de tu vida para alcanzarlo, una vez que lo lograste ese valor no tiene nada más para darte y entonces empieza tu crisis de mediana edad porque el problema que te llevó adelante toda tu vida adulta desapareció. No hay más razones para seguir creciendo y mejorando, y sí, sin dudas, es el crecimiento lo que genera felicidad, no una larga lista de logros arbitrariamente elegidos” explica Manson. En este sentido, los objetivos, como los definimos generalmente – graduarse, comprar una casa, bajar cinco kilos – sólo producen una cantidad limitada de felicidad en nuestras vidas. Son claramente de ayuda cuando perseguimos beneficios de corto plazo, pero no sirven como guías en nuestra vida. 

Mark Manson recurre a Pablo Picasso para explicarnos esto de los parámetros y los valores: Picasso fue prolífico durante toda su vida. El vivió hasta sus noventa y pico y continuó produciendo arte hasta sus últimos años. Si su parámetro hubiese sido “volverse famoso” o “hacer mucho dinero en el mundo del arte” o “pintar mil cuadros”, hubiese parado en algún momento de su vida. También lo hubiese sobrepasado la ansiedad o la duda, y no hubiese mejorado e innovado su arte de la forma que lo hizo década tras década. Su parámetro en cambio fue simple y sencillo y no tuvo fin porque solo persiguió expresarse honestamente.

“The importance of saying no” [Si no rechazamos nada, tampoco aceptamos algo]

En uno de sus últimos capítulos, Mark Manson, nos habla de la importancia de decir no. Es algo que entendemos a la perfección, pero que a la mayoría nos cuesta.  Aprender a valorar nuestro tiempo e invertirlo según nuestros deseos, sin que nos gane la culpa. Mark Manson cuenta que vivió en Rusia durante seis meses, y que aprendió algo maravilloso sobre la honestidad y los rusos: ellos no sonríen a extraños ni fingen que les gusta algo o alguien si en realidad no les gusta, solo por ser corteses o correctos. “Si ellos piensan que algo es estúpido, lo dicen y si alguien les gusta, lo dicen también, no importa si esa persona es tu novi@, tu amigo, o alguien que conociste hace cinco minutos», cuenta Mark.

En occidente, en cambio, este tipo de actitudes pueden ser vistas como ofensivas o groseras, sobre todo cuando vienen de alguien que recién conocemos. Sin embargo, en Rusia se vive como una especie de libertad, de decir lo que se piensa, sin miedo a la repercusión que eso pudiera causar. “Fue una forma de liberación, mediante la aceptación del rechazo”, continúa Manson. Y agrega la explicación que una rusa le dio respecto de esta diferencia entre oriente y occidente y el valor de la honestidad versus la costumbre arraigada de «quedar bien» con el otro: “Habiendo vivido durante tantas generaciones bajo un régimen comunista, con pocas oportunidades económicas y regidos por una cultura de miedo, la confianza fue siempre lo más valioso para los rusos. Y para ser confiable, primero hay que ser honesto: era necesario saber en quién podías confiar y en quien no, y tenías que saberlo rápido. En cambio, en occidente, eran libres y existían abundantes oportunidades económicas, la confianza perdió su valor. La apariencia y la capacidad de venta se volvieron formas mucho más ventajosas, y conocer a mucha gente, aunque sea superficialmente, fue mucho más beneficioso que conocer a unos pocos más profundamente. Es por eso que se volvió una norma ser correcto y sonreír, incluso ante eso que no gusta, decir alguna que otra mentira para quedar bien con alguien o estar de acuerdo con quien no estas. El sistema económico promueve esa decepción”. ¿Cierra? A mi sí.

En fin, estas son solo algunas partes que me gustaron del libro, y creo que es muy interesante lo que Mark Manson tiene para contarnos; sobre todo porque su enfoque, que parece a prima facie malhumorado o desconsiderado, tiene como objetivo el bienestar personal logrado a base de honestidad, humildad y respeto por uno mismo.


por Alida Könekamp

 

Write like it matters, and it will

“Los cronistas latinoamericanos encontraron la manera de hacer arte sin necesidad de inventar nada, contando en primera persona las realidades en las que se sumergen sin la urgencia de producir noticias” dice Darío Jaramillo en su Antología de Crónica Latinoamericana Actual (Alfaguara). Se habla mucho de la crónica periodística, pero no termina de quedar claro de qué se trata. A grandes rasgos, se puede decir que es una reconstrucción literaria de sucesos o figuras, donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas.

Como cada año, entre el 22 de septiembre y el 1 de octubre, se llevó a cabo en Buenos Aires y en Montevideo, la novena edición del Festival de Literatura Internacional, organizado por la  Fundación FILBA. El festival reunió a más de veinte autores internacionales y más de cien argentinos y uruguayos con paneles, entrevistas, diálogos, lecturas y performances. La edición porteña duró cinco días, y fueron más de veinte escritores de todas partes del mundo, y muchos otros argentinos, que interactuaron con los visitantes del festival en las salas del Museo de Arte Latinoamericana de Buenos Aires (MALBA) y en la Biblioteca Nacional “Mariano Moreno”.

Uno de los talleres que proponía el Festival, estaba enfocado principalmente en la crónica periodística y aquello que la diferencia del reportaje periodístico o el ensayo, entre otros géneros. Durante más de dos horas, Roberto Merino, escritor y poeta chileno, condujo a los oyentes hacias las respuestas de preguntas como qué temas investiga la crónica, qué recursos utiliza y en qué modos cuenta una historia.

Roberto Merino (Santiago de Chile, 1961) es considerado uno de los cronistas más relevantes de nuestro tiempo. Su obra consta de un par de libros de poemas, otros de crónicas y algunos ensayos. Esa producción modesta le bastó para ser reconocido como el maestro de una generación. “La crónica al igual que el ensayo es complicado de definir, porque la diferencia es mínima. Creo que está mayormente en el formato, el ensayo tiene más tiempo. Te estoy hablando del tipo de crónica que se escribe para un diario.” explica Merino y sigue: “Si hablamos de la crónica para un diario, hay un formato determinado, también un lenguaje determinado, aquel que entienda el promedio y una cantidad de líneas también determinada”.

Respecto del lenguaje, el cronista chileno cree que no hay que preocuparse por escribir con tanta realidad. «Queda muy bonito – dice – en un contexto de claridad, poner una palabra oscura o muy técnica, o una frase en francés por ejemplo, sin encargarse de explicar lo que significa, porque queda muy bien la sonoridad. El otro tipo de crónica es más cercana al reportaje, como por ejemplo la de Salcedo (Colombia) y esa crónica no es eficiente si el cronista no ha estado en los hechos, preguntando e investigando. Son crónicas pensadas para un libro. Como es también, el caso de Guerriero y de Caparrós” – continúa Merino – “Como crítica, te diría que son parcialmente novelados, tiene la sonoridad de una novela, y se vuelve a veces demasiado larga, corre el riesgo del engolosinamento con las descripciones y muchas veces de la lentitud. Eso es peligroso, la crónica tiene una densidad especial que no permite que sea extensa.” Para Merino, que escribe  crónicas todas las semanas para dos diarios chilenos, periodismo y lentitud no funcionan juntos.

“La crónica es disgresión y debe tener frases que funcionen como latigazos” dice el cronista. Sobre los temas agrega que en la crónica aparece el olvido, el presente y el pasado, la amenaza, la incertidumbre y la pérdida. Hay crónicas sobre palabras, palabras en desuso, critica de las costumbres o de los temperamentos humanos. “La crónica no es privativa de ningún tema”, aclara. “Hay un tercer tipo de crónica, que no es ni reportada, ni novelada, sino en la que hay un yo muy marcado”, agrega Merino.

Joaquín Edwards Bello es un escritor, chileno también, admirado por Roberto Merino y de quien dice haber aprendido mucho: “Joaquín va cambiando asociativamente durante el texto, sigue conexiones de las cosas que se conversan a su alrededor, y que por algo se unen, va saltando de un tema a otro.”

“Alumbrar antes que explicar. Creo que la explicación a veces es fatal. Es más efectivo si se echa luz o realidad con dos o tres elementos. Si ves las pinturas de Velázquez, carecen de toda explicación, y sin embargo, dan cuenta de lejos del brillo de un botón de oro sobre un fondo negro, y de cerca se ve que son todas pinceladas caóticas. Carver, lo mismo, daba dos o tres detalles y listo, no me hagan explicar mas, háganse ustedes la idea.” explica.

“Un texto está mal escrito cuando sucede en el aire, y te da para preguntarle al alumno, pero esuchame, cuándo fue esto y dónde, y en qué banco era. No todo lo que hay en esta habitación es pertinente para dar cuenta de esta situación, pero algunas cosas no pueden faltar. Si hay bancos que tienen el espacio para el tarrito de tinta, son bancos, podríamos decir, especiales. Es un detalle que hay que agregar en el texto, porque marca el espíritu del lugar: tiene la intención de llevarnos al pasado.” Para finalizar y sobre su propio proceso de escritura, Merino dice: “¿Cómo empiezo yo la crónica? Como caiga. La primer frase que se me viene a la cabeza. El procedimiento es la instantaneidad. La forma que uno experimenta la realidad, el dia a día, el tiempo.”


Por Alida Könekamp

El Club de Lectura

[Hace algunos días, visitamos con una profe de la facu de periodismo, los estudios del Grupo Televisión Litoral.  Nos recibió un señor de ‘muchos años de radio’ que nos contó varias anécdotas del oficio, mientras recorríamos primero los estudios de televisión, después los de radio, vimos los detrás de escena y charlamos con algunos de los conductores más reconocidos de nuestra ciudad. Por último, llegamos a la redacción de rosario3.com. Por primera vez, le di forma y color, le puse cara y nombre y vi qué pasa detrás de uno de los diarios que más leo. El ambiente es distendido y en el aire se mezclan las risas con el sonido de los teclados. El mate va y viene. Las noticias del portal son redactadas por un grupo de chicos y chicas jóvenes que se encargan de mantener el sitio web actualizado con todo lo que pasó a nivel local, nacional e internacional. Pero además, cada uno de ellos, cumple alguna otra función dentro del multimedios; conducen alguno de los programas de televisión de Canal 3, colaboran en la producción de alguno de los programas de radio am o fm del grupo o tienen columnas específicas en el diario digital: así conocí a las creadoras del Club de Lectura.] 

El Club de Lectura empezó a publicarse hace dos años y en www.rosario3.com se pueden ver todos los personajes de Rosario que abrieron las puertas de su casa, mostraron sus bibliotecas y se emocionaron hablando de aquel libro que los marcó. “En noviembre van a ser dos años que venimos publicando, pero la idea surgió un poco antes”, cuenta Soledad Massin sobre los inicios del ciclo. “A las dos nos gusta mucho leer y una mañana en la redacción, nos propusimos leer algo y despues comentarlo entre nosotras; y nuestro jefe, cada vez que nos ve charlando sobre algo tiene un latiguillo y nos dice: ¿Por qué no lo escriben? armen una columna, plasmen eso y hagan algo útil. Fue así que pensamos por qué no hacerlo para rosario3.com y después de ver las propuestas de ese estilo que había en otros medios, le dimos forma. Nos propusimos que cada entrevistado sea distinto, salir un poco del mundillo intelectual, el de las grandes bibliotecas, donde son solo unos pocos y conocidos entre ellos; sino mostrar lo que lee el rosarino promedio. Entonces ahi definimos: queremos un médico, un ingeniero, un deportista, un cantante.”

Soledad y Rocío se miran y se acuerdan de la primera entrevista, en la que el escritor rosarino Marcelo Scalona había sido el elegido, y que resultó ser un muy buen comienzo para ambas. “Ese día nos pasó lo mismo a las dos, nos encantó ni bien lo hicimos. Empezamos por un buen personaje deRosario, que tiene una biblioteca increíble, en un espacio que no solo es living de su casa, sino que ahí da los talleres, es muy acogedor e inspirador, y además queda por una zona preciosa de Rosario (la bajada de Laprida). El fue muy agradable, recomendó textos y habló de autores que iban por dónde nosotras queríamos ir” contó Rocío Baró sobre ese primer ciclo. “Yo creo que todavía dudamos” responde Soledad Massin sobre la incertidumbre sobre la aceptación que podía o no tener el Club, que hoy es un éxito esperado semana por medio por muchos lectores. “Tuvimos algunos comentarios un poco negativos, pero bueno, eso sucede habitualmente cuando un expone algo, sabe que puede pasar y lo mismo nos pasa en el trabajo. Creo que no debe gustar a mucho rosarino del palo de la literatura más académica, el escritor de pura cepa y eso”, siguió Rocío, “hay un poco de envidia, o de intriga, de cuándo me llamarán a mi”.

Por el Club de Lectura pasó la escritora Angelica Gorodischer, la intendenta de Rosario, Monica Fein, una pareja de rabinos, una monja zen. Lograron su objetivo de mostrar a personas no solo de diferentes profesiones, sino también de diferentes estilos de vida, que significan todo un desafío al momento de entrevistarlos. El caso de los rabinos fue uno de esos, algunas de sus costumbres son muy distintas a las que estamos acostumbrados los que no somos religiosos. Para esa entrevista, consultaron a una amiga judía, que les recomendó una serie de cosas antes de ir. “Tengan en cuenta que no lo pueden tocar, ni darle un beso, ni agarrarle la mano. Cuando tocamos la puerta le dije, Rocío acordate que no podemos darle un beso! Porque es así, cuando alguien te abre la puerta de su casa, uno tiende enseguida a chantarle un beso”. Al finalizar cada entrevista, aunque no lo publican, suelen sacarse una foto con el entrevistado, y generalmente le piden que esté en el medio y ellas dos al costado, y en esa ocasión le preguntaron al rabino, si se podía poner en el medio, y su respuesta fue que por su religión iba a mantenerse donde estaba. “Así que en la foto salimos nosotras dos en una punta, un espacio en el medio, y el rabino en la otra”.

El Club de Lectura suele presentarse como  un ciclo de entrevistas de lectores en sus bibliotecas, “pero para mi es mucho más que eso” agrega Soledad Massin “son personas que abren las puertas de su casa, y con eso también su intimidad; no cualquiera se siente cómodo mostrando su casa, y ese libro que lo emocionó, se exponen mucho al hacerlo, asi que me parece que es un acto de confianza”. “Yo lo vendería como … ¿tenes ganas de leer algo? Buscá en el link de ocio del portal, por ahi no te copa demasiado la literatura, pero sí te gusta el futbol, por ejemplo, y ves que Seba Dominguez lee, y por el empezas a leer Saccheri, o por un músico, para alguien que le guste la música. Es una buena forma de llegar a la gente que tiene ganas de leer algo y no quiere hacer algo tan complicado de la lectura, entonces se identifica con el entrevistado, y va a comprar ese título que le recomendaron”, concluye Rocío.

Sobre el final y siendo, en este caso, ellas las entrevistadas, recomendaron algunos libros: * Hotel del Voyeur de Gay Talese * Esperando a Mr. Bojangles de Olivier Bourdeat * La Uruguaya de Pedro Mairal *El Adversario Emanuel Carrere * Como acabar con Elle Benguelle * La Crónica, Martín Caparrós * Amor y Anarquía (recomendado por Pablo Paván en el Club de Lectura) * Una historia sencilla de Leila Guerriero * Los Miserables de Victor Hugo * Nuestra Señora de Victor Hugo * La razón populista, de Ernesto Laclau.

Mal de archivo: una pasión incontrolable

Mal de Archivo es de esas librerías de las que no te podes ir con las manos vacías. Todo lo que se vende ahí es interesante. Cada libro está elegido a consciencia. Y cada edición también. Este sábado a la mañana pasé y charlé un rato con Manuel, un apasionado por los libros que cumplió su sueño de tener una librería y nos dio a todos la posibilidad de disfrutar de un momento de tranquilidad, rodeado de libros en un espacio moderno y acogedor. “Siempre me dediqué a los libros. Desde que salí de la secundaria, estuve trabajando en librerías, así que creo que decantó de forma natural. Viví un tiempo en Barcelona, donde también trabajé en librerías, y cuando volví en el 2012, ya tenía la idea de abrir un espacio como este. En realidad, me dedicaba a libros de colección, los libros antiguos eran mi rubro. En libro nuevo fui aprendiendo últimamente.”

Los libros de Mal de Archivo son primero que nada atractivos. La estética de la librería, la distribución de los libros, sus tapas, tipografías e ilustraciones son cautivadoras y ese es el trabajo minucioso de Manuel que está en cada detalle. “Un poco el perfil de la librería es tener libros que no se consiguen en las grandes librerías, trabajar con editoriales chicas, ya sea argentinas o venezolanas, colombianas, españolas. En los últimos 10/15 años surgieron muchas editoriales chicas, ya sea en Argentina como en España, y todas muy dedicadas al diseño de sus tapas, la traducción, a las presentaciones, etc., entonces se facilitó un poco esto de encontrar libros que no están en todos lados. Pero si, paso mucho tiempo mirando catálogos de libros y como trabajo con muy bajo stock, selecciono muchísimo. La división temática es bastante clásica: literatura, ensayos humanísticos, sección infantil, arte, música, cine, teatro… pero, por ejemplo, no tengo ningún libro de Borges o de Cortázar; si me lo piden lo consigo, pero trato de tener los libros que no están en todos lados.”

Cuando abrió Mal de Archivo, había también un espacio de cafetería, pero eso finalizó en enero de este año. “Cerramos el espacio de cafetería porque no era nuestro rubro y se convirtió en algo muy grande, que nos requería de mucha administración, así que nos unimos con los chicos de Gran Reactor, que es un espacio de trabajo” [Gran Reactor es un espacio de coworking: en su página de Facebook ellos mismos se describen como un club de ideas, un lugar donde podés trabajar, leer, jugar, desayunar, merendar, tener reuniones y acceder a una programación de talleres, charlas, ciclos y muestras]. Este mix genera un ambiente de trabajo creativo que se siente en el aire.

Además, hace un tiempo empezaron con los libros usados. “Originalmente ese es mi rubro. Tenía un montón de libros antiguos que fui coleccionando y varias cajas que me traje de España, pero nunca habia tenido tiempo de clasificarlos y hace un tiempo empecé a dedicarme a eso. Traje un vitrina en donde están las cosas más importantes: primera traducción argentina de Kafka, Fluxus, hay un quijote en hebreo ilustrado. Y también, por una cuestión económica. El libro nuevo tiene su costo. Aunque a veces los usados valen más, pero es por una cuestión de escasez. Es un rubro que me gusta mucho, es también una forma de ampliar el stock, y además mueve otro público, está bueno que la gente pueda venir a revolver un poco los libros.” Le gusta que la gente vaya a ver sus libros, se mezcle con ellos, y no apunta a un público en especial, no tiene un estereotipo de lector en mente cuando selecciona los libros. “No apunto a un público en particular, apunto a tener lindos libros. Si quiero a ese que está buscando algo especial, o ese que quiere que le recomienden algo, porque por ahí no sabe. Hay mucho trabajo de recomendación de los títulos, viene mucha gente del ámbito del diseño.” Y también tiene un feedback de su clientela, que se acerca y le aporta nuevos datos. “A veces la gente cree que el librero leyó toda su librería y eso no es así. Como mucho uno llega a leer un 5% o 10%. Pero sí, al elegir los libros, uno lee reseñas de cada uno y lee a reseñadores que ya conoce y que eligen buenos libros. Yo no recomiendo un libro que no conozco. Solo recomiendo lo que sé que está bueno, sino prefiero decir que no sé. La gente que viene a la librería me recomienda libros y eso lo tengo muy en cuenta. Hace un rato me pasó que vinieron por un autor que no conocía y ya me lo anoté para investigar de qué se trata.”

¿Por qué Mal de Archivo? “Fue dificil tomar la decisión, porque como tenía la palabra “mal”, muchos me decían que no iba, pero al final generó mucha inquietud, de dónde venía, de qué se trataba. Viene de varios lados: por un lado del libro de Derrida (“Mal de Archivo. Una impresión freudiana”); también viene del capítulo “Mal de archivo” de un libro que se llama “Retromanía” de Simon Reynolds, un periodista inglés especializado en música, que para mi es muy capo; y además hay un blog cultural que se llama Mal de Archivo, que escribe un chico de Rosario y que es muy interesante. Así que no es muy original el nombre, pero por ahí sí lo es para una librería. Tiene que ver con este concepto de trabajar con libros nuevos, libros antiguos, y que no esté todo catalogado y ordenado, sino que también uno venga un poco a revolver las cosas.”

[No se la pierdan, están en calle Moreno 477 de la ciudad de Rosario.]


por Alida Könekamp

Nadie es tan fuerte

¿Qué hombre es lo bastante fuerte como para rechazar la posibilidad de la esperanza? Paul Auster


onocí a Pablo Colacrai en el taller literario de Alma Maritano. El era su coequiper: definía los temas y los autores que estudiábamos y corregía, a la par de Alma, los textos que llevábamos los talleristas. En la primer clase leímos “La mujer del boticario” de Chejov, y recuerdo a Pablo diciendo que en ese texto cortito y simple podíamos ver con absoluta claridad qué era un cuento. Sus palabras estaban llenas de admiración cuando explicaba los recursos, el modo y los resultados asombrosos a los que llegaba Chejov a partir de una historia sencilla y cotidiana. Salí del taller y fui directo a una librería en busca de ese escritor ruso al que escuchaba por primera vez pero quería devorar.

Pablo presentó hace unos días su nuevo libro: Nadie es tan fuerte. Es un libro de cuentos con historias de personas comunes, que viven vidas corrientes, que sienten, sufren y tienen miedo; pero que también se ilusionan, sueñan y esperan. Pablo ve cómo funciona la escena, enfoca y hace zoom en lo que pasa adentro de ese personaje y nos muestra ese torbellino de una manera precisa, dulce y como en rallentando. El monólogo interior aparece en escena y da las vueltas que tiene que dar, va y viene, llega pero se empantana, hasta que Pablo lo saca a flote.

Nadie es tan fuerte fue editado por Modesto Rimba, una editorial porteña que tiene apenas dos años, pero muchos títulos publicados; y fue presentado en Rosario, en la Biblioteca Argentina, en una ceremonia súper emotiva.  En esta foto están de derecha a izquierda Pablo Colacrai, el autor, Flavia Pantanelli, la editora y Mauro Lo Coco, el director editorial, unos momentos antes del inicio de la presentación. Al fondo, los cientos de libros de la Biblioteca Argentina, logrando la ambientación perfecta para el evento. 

En la web de la editorial están todas las librerías en donde pueden encontrar Nadie es tan fuerte. En Rosario está a la venta en Mal de Archivo, Oliva y El Juguete Rabioso.


AK: Hace poco presentaste tu último libro, o mejor digamos tu nuevo libro Nadie es tan fuerte. ¡Felicitaciones!

PC: Si. ¡Muchas gracias!

AK: Contaste en la presentación, que es un proyecto en el que venis trabajando hace un tiempo largo ya, ¿no? ¿Cómo supiste cuando ya estaba listo para salir?

PC: Fue una sensación. Varias veces sentí­ que tení­a el libro, pero lo cierto es que algunos cuentos me generaban muchas dudas. Y cuando en 2016 terminé de armar y reescribir el último cuento, miré el conjunto de cuentos y pude tomar la distancia necesaria. Ahí­ sentí­ que tení­a un libro de cuentos.

AK: Me imagino que debe ser dí­ficil animarse a pensar que ya está. Los escritores pensamos que siempre se puede corregir un poco acá y recortar un poco allá. Es como un vicio.

PC: Si, yo corrijo muchí­simo. Me cuesta mucho terminar y estar conforme con los cuentos. Pero en un momento me pareció que sí­, y sobre todo, que los cuentos construían un mundo entre ellos. Eso era lo que a mi más me interesaba, que algo uniera esos cuentos de alguna manera.

AK: Nadie es tan fuerte fue editado por Modesto Rimba, una editorial porteña y sos el primer escritor rosarino al que editan, ¿cómo fue eso?

PC: En realidad fue algo fortuito. Conocí­ a Flavia Pantanelli, la editora, en una entrega de premios de un concurso en San Isidro, donde tanto ella como yo habíamos recibido una mención. Y antes de que nos vieramos personalmente, ella me habí­a enviado un correo electrónico diciendome que había leído otros cuentos míos y que le habían gustado. Entonces, cuando fui a la entrega de premios, le dejé mi libro anterior «La noche en plena tarde». Ella lo leyó en uno o dos días – Flavia es una lectora impresionante – y me hizo una devolución muy elogiosa. A partir de ahi nos pusimos en contacto. El año pasado me pidió permiso para llevar mi libro a diferentes editoriales con las que ella estaba trabajando y a comienzos de 2016, Flavia empezó a formar parte de Modesto Rimba y le presentó mi libro anterior al director de la editorial. Y gracias a que ella leyó mi libro anterior, y confió en que yo podí­a tener un libro que le interesara a la editorial, me pidieron material nuevo.

AK: Dijiste que conociste a tu editora en un concurso ¿te presentas mucho a concursos?

PC: Ahora hace mucho que no.

AK: Pero si era algo que hací­as mucho en tus comienzos …

PC: Si. Todo escritor, sobre todo cuando empieza a escribir cuentos, va probando suerte en los concursos y si lo pensas, yo llego a editar este libro en Modesto Rimba por un concurso al que me presenté en 2013 en San Isidro. Hay como una circulación de textos de concursos y está la posibilidad de que te abran algo. Aparte son pequeños alicientes que uno va teniendo, pequeños incentivos. Es muy difí­cil para uno saber si el camino que está recorriendo es o no fructí­fero, si está haciendo algo que le interesa a los demás o no. Y los concursos te ayudan con eso. Hay alguien que no te conoce, que te lee en clave de anónimo y que de alguna manera tu texto le interesa y eso siempre es una ayuda para volver a sentarse a escribir.

AK: Claro, es como un visto bueno que te alienta a seguir! El relato que más me impactó de Nadie es tan fuerte fue «Anidar». La precisión con la que describís lo que lo que pasa a esos dos personajes mientras conversan es maravilloso. ¿En qué pensas cuando te nombro ese relato?

PC: (Suspira…) Pienso que es un cuento que yo quiero mucho. Pienso que es un cuento extraño para mi, para mi forma de pensar mis cuentos. Pienso que es un cuento que arrastra dos o tres preguntas del orden de lo existencial, un lugar al que no suelo acudir y que en general esquivo. Pienso que es un cuento que no sé cómo escribí­ y que no podría volver a escribir, que es algo que pasó. Tomé algunas notas durante el primer año de mi hijo, y lo escribí­ recién al año siguiente o más, mucho tiempo después. Algunas ideas fueron decantando y es cierto que desde el principio vi cómo era la escena y cómo funcionaba, y necesitaba que fuera algo muy chiquito, muy mí­nimo y que transmita algo de esa cosa tan compeja y ambigua que es ser padre. Para mi es un cuento raro, se me hace muy cercano, porque tiene mucho de cosas que viví, pero a la vez, raro como cuento, como forma de contar una historia.

AK: Si te pregunto por tu profesión u oficio como escritor, no se como lo llamás …

PC: Oficio.

AK: ¿Cuándo supiste que eras escritor? Somos muchos los que escribimos, pero muy pocos nos sentimos escritores. ¿Existe ese momento en el que te sentiste por primera vez escritor?

PC: Creo que no es un momento, es algo que va pasando, es un devenir. Creo que uno se encuentra en el lugar del escritor, pero no sabe cuándo no lo fue, no está claro. No es la publicación de un libro, no es ganar un concurso, no es escribir un cuento, nada de eso. Pero yo creo que hay otra pregunta que es más compleja, porque ¿a qué llamamos un escritor? ¿O qué sería ser escritor? Siempre supe que querí­a ser escritor, pero sobre todo supe que querí­a escribir. Me da la sensación de que la idea de ser escritor es como una suerte de tí­tulo con el que queremos que los otros nos reconozcan, pero en realidad lo que yo quiero hacer es escribir y me parece que no es lo mismo. Hay mucho trabajo del escritor que no es escribir. Todo lo que está alrededor de la difusión de un libro, ir a ciertos lugares y tratar de acompañar al libro y ayudarlo, todo eso sí es trabajo de escritor y no es escribir. Si fuera por mi, me dedicaría solo a escribir, pero es cierto que no se puede, porque es una parte que hay que hacer necesariamente si queres que tus libros sean leídos por alguien. Pero no hay un momento, o al menos a mi no me pasó eso de levantarme un dia y decir ahora si soy escritor. Creo que recién hace unos años, empecé a sentir que puedo usar ese mote con libertad y que cuando me lo dicen me reconozco, pero no me parece que sea algo que surja de la noche a la mañana. Uno se encuentra en ese lugar, un poco porque lo siente, un poco por el reconocimiento de los demás, es complejo.

AK: ¿Escribis todos los dí­as? ¿Cómo es tu rutina con respecto a la escritura?

PC: Mi rutina cambió abruptamente con la llegada de mi hijo …

AK: (Nos reí­mos) ¡Creo que pasa en todas las profesiones y oficios!

PC: Pero antes de eso si, yo escribía todos los dí­as, no mucho tiempo, entre una y dos horas, de lunes a viernes. Ahora, es más esporádico y son como pequeñas entradas que hago en los textos. Depende también de qué esté escribiendo, si estoy en una instancia de corrección o en una instancia de escritura. El momento de escribir un texto, es mucho más arduo y necesito otro tipo de concentración. Cuando ya tengo el texto escrito, el tiempo de corrección puede ser de cuarenta minutos, o un rato que tengo entre una actividad y otra, que aprovecho y corrijo. Intento que toda mi organización me permita dos o tres veces a la semana sentarme al menos una hora, una hora y media, a algo que tenga que ver con la escritura.

AK: Y por último, si te pido que me recomiendes a un escritor o escritora, y en particular un título de su obra, ¿cuál sería?

PC: Voy a darte una respuesta interesada. Si yo tuviera que recomendar a un autor, recomiendo a Chejov, y digo interesada porque es mi gran maestro, es el autor en el que pienso, cuando pienso mis textos. Me parece que, de alguna manera, toda mi escritura le debe mucho a Chejov. Y tí­tulos no, porque tiene 600 cuentos editados, y cualquier selección de cuentos que encuentren y lean, es para mi una experiencia formidable y transformadora.

Chejov volvió a estar presente como en aquella primera clase. Es su maestro, junto con Alma y Mateo – su hijo – a quienes les dedicó sus cuentos y de quienes habló, con la voz casi quebrada, en la presentación de su nuevo libro. Escribir no solo es un deseo, sino una necesidad, que insiste a pesar del tiempo, el anonimato y la indiferencia. Pablo encontró, después de años de dedicación consciente, el camino para dejar fluir lo que tiene para contar y que eso pueda llegar a manos de todos los interesados.

 

Por Alida Könekamp
[Fotos: Seba Sierra]

 

Cuando los libros te encuentran

Pablo me dijo que podíamos encontrarnos en la FER el sábado al mediodía. Teníamos que coordinar lugar y fecha para una entrevista sobre su último libro. Estuve a punto de escribirle: Hola Pablo, dale! El sábado al mediodía está bien, pero ¿qué es la FER?. Borré y busqué en Google. No aparecía nada, hasta que al final de la segunda página de búsquedas, decía en negrita y entre comillas “Feria de Editoriales Rosarinas”, click ahí, y apareció el evento: 10 de junio de 10 a 15 hs (Plaza Pringles). Era el mejor contexto posible para entrevistar a un escritor. Le respondí: Buenísimo, nos vemos el sábado al mediodía en la FER.

La Feria de Editoriales Rosarinas, está organizada por la Biblioteca Argentina “Dr. Juan Álvarez” junto con librerías de viejo, restauradores, encuadernadores, editoriales independientes, escritores, poetas y fotógrafos rosarinos.

Este sábado 10 de junio fue el segundo encuentro de cuatro que tienen previsto para este año. El tercer encuentro será el sábado 9 de septiembre de 10 a 15 hs. y el cuarto el viernes 7 de diciembre de 16 a 22 hs. Es un espacio abierto y la entrada es gratuita. El lugar es siempre el mismo: la Plaza Pringles.

El objetivo común de los participantes es promover la lectura y dar a conocer el trabajo de escritores y poetas de nuestra ciudad, editados por editoriales independientes y autogestivas.

Las editoriales participantes son muchas y diferentes entre sí. Hay para todos los gustos: La ciudad de las mujeres, Ciudad gótica, UNR editora, Multiversal, Iván Rosado, Río Ancho, Serapis, Libros silvestres, Letras subterráneas, Escafandra, Flor de pétalos infinita, Neutrinos,  Homo sapiens, Danke, Baltasara editora, Laborde, Este carnaval, Yo soy Gilda, Tercer mundo, Editorial Biblioteca (Vigil), Casagrande, FHUMYAR ediciones, El corán y el termotanque, Último recurso, ARGRA, Lucio V. ediciones, Surco ediciones, Soquete terrorista ediciones, Turba ediciones y la Editorial Municipal de Rosario. Participan también librerías de viejo como La Pluma Libros, Rayuela Libros, Caburé Libros, Libros Macedonio, Oliverio Libros, Leo Libros y Revistas y Libros Incunables.

Mientras caminaba por los stands de la feria y hojeaba los libros, charlé con algunos de los integrantes de estas editoriales. Hombres y mujeres apasionados por su trabajo me contaron un poco sobre el vasto mundo que hay detrás y alrededor de los libros hechos a mano.

Este carnaval

Este carnaval es una editorial que elabora ediciones cuidadas de títulos recobrados, encuadernaciones, restauraciones y si sos escritor, editan tu libro. “El libro anterior” de Sara Gayoso es el primer libro editado de una autora local con una tirada de 500 ejemplares. “La lectura vivida con libertad y desparpajo y los libros como una forma apilable de este carnaval” es el mensaje de su flyer. Este carnaval utiliza papel reciclado y sin blanqueamiento en varios de sus títulos, logrando así un producto más amable con la vista del que lee. Cada libro es una obra de arte que se puede tocar, oler y disfrutar.

Danke 

“Quiere decir gracias” aclara Julia Enriquez, la creadora de esta editorial y reconocida poeta joven de Rosario, a cada uno que se acerca y hojea el catálogo rosa clarito que pueden ver en la foto que sigue. Es un catálogo de poesía, con poemas elegidos exclusivamente por ella, y es como un tesoro para guardar en la mesita de luz. Podemos encontrarla en Facebook como Ediciones Danke .

Femme Fetal

“La revista literaria feminista de cuentos y poemas cuyas protagonistas no creen en el príncipe azul y los tips de revista y, en cambio, postergan todo por una birra con las pibas” es como se autodescriben en su página de Facebook las/os creadoras/es de Femme Fetal. Es una revista bimestral que tiene poesía, narrativa y ensayos de escritores de Rosario, con una temática principal y muy popular en estos días: la mujer y su relación con el hombre y la sociedad. Está por salir el ejemplar número cinco y en la FER estaban a la venta los ejemplares dos, tres y cuatro (ver más abajo). Se venden en la Feria y pueden pedirse por Facebook. El precio es de 50 pesos.

Soquete Terrorista

“El sello soquete terrorista significa que este es un texto libre. O sea que no pagamos ningún impuesto de ninguna ley. La fotocopia y el compartir no son delito. Las leyes, en cambio, sí son delito y de lesa humanidad”. Este mensaje está en la primera hoja de todo sus libros y resume su espíritu. Lisandro Murray es el creador de esta editorial artesanal, que ya tiene cinco años de trayectoria. Lisandro elige los títulos que publica, diseña las tapas, cose los libros y los expone en ferias de Argentina y otros países. En algunos, incluso, el prólogo es de su autoría. Esta es la manera que encontró de homenajear a los escritores que admira y que, como se puede ver en la foto que sigue, son emblemas de la literatura universal, muchos de ellos clásicos que hicieron historia. Tambien edita libros de autores jóvenes y sus propios libros: el primero fue «Sonderzeit» y en unos días presentará «Maten al Plesosaurio». Lo pueden encontrar en Facebook como Soquete Ter Rorista.

Gula

Gula es una editorial independiente y autogestiva de libros de fotografía. Está integrada por nueve fotógrafos de distintas edades y estilos fotográficos, que se conocieron en la Escuela Musto de Fotografía de Rosario, y que se reúnen todos los miércoles para exponer sus fotos y decidir cuáles se van a publicar. En Facebook son Gula Editorial y también exponen en El Librazo de la Vigil.

La ciudad de las mujeres

“Es un espacio para la creación y difusión de libros de mujeres escritoras, hermosas, creativas, apasionadas y brillantes” dice su página de Facebook La ciudad de las mujeres. Su propósito, a través de esta producción súper creativa y artesanal, es difundir la obra de grandes escritoras mujeres, que tal vez, por ser mujeres fueron menos divulgadas, y no por ser mujeres son menos fabulosas. Tienen editados libros de Clarice Lispector, Simone de Beauvoir, Alejandra Pizarnik, Virginia Woolf, entre otras.

Desde el escenario, sobre calle Paraguay, Javier Nuñez – escritor rosarino – lee el comienzo de un cuento de su nuevo libro y los que caminan por la peatonal Córdoba desvían su camino y pasan por la Feria, quieren ver de qué se trata esto que se vive en la Pringles. Y en medio de este clima de disfrute y entrega, estas editoriales independientes logran su objetivo: promueven la literatura de autores de la ciudad y de la región, y de los siempre vigentes clásicos, editados de forma artesanal y con materiales amigables con el medio ambiente.

                                                                                                    

Este es el pasaje Monroe

Es probable que no te suene el nombre y que parezca una callecita de alguna ciudad europea, pero este pasaje está en Rosario y vale la pena visitarlo.


¿Fuiste alguna vez al Pasaje Monroe? me preguntó Seba hace un par de noches antes de irnos a dormir. El es rosarino desde siempre y su papá, que era arquitecto, le mostró los huecos más lindos de Rosario. Nunca lo había escuchado nombrar y me dieron muchas ganas de ir. Está cerca, pero quería ir con tiempo. Así que esperamos el fin de semana, y este domingo que pasó, nos abrigamos bien y fuimos a conocerlo.

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Caminar por el Pasaje Monroe un domingo de otoño me causó ese placer único de ser turista en mi ciudad

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El pasaje está en el centro de Rosario, justito en la manzana formada por las calles 9 de Julio, Callao, Zeballos y Ovidio Lagos. A lo largo de sus cien metros adoquinados se pueden ver dos hileras de casas de alto de estilo Art Déco y la verdad es que es una más linda que otra. El Art Déco fue un movimiento de diseño popular de los años veinte que influyó mucho en la arquitectura de esa época, y en estas casas podemos observar, aún sin ser especialistas, las líneas y las formas que lo caracterizaron. Las fachadas de las casas del pasaje fueron construidas entre 1924 y 1929 por los arquitectos Hilarión Hernández Larguía y Juan Manuel Newton, -autores también del Museo de Bellas Artes “Juan B. Castagnino”- quienes fueron los elegidos por el Banco Edificador Rosarino para este proyecto.

Más allá de la belleza y la calidad de la construcción, lo más llamativo es ver que las casas respetan entre sí las mismas reglas compositivas; en una mirada rápida son casi iguales y están una pegadita a la otra. Sin embargo, si las observamos con mas detenimiento, cada una conserva su identidad a través de exquisitos detalles que se pueden ver en las puertas, los timbres, las rejas y los balcones.

unnamed2Para mí son las rejas las que se ganan el primer premio. Tienen diseños únicos, diferentes y es imposible elegir la más linda

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El sol todavía está alto, aunque bastante débil; la calle y las veredas están repletas de hojas rojas, caídas de los liquidambar centenarios y hermosos que están alineados a lo largo de ambas veredas. Una mujer pasea dos perros, cada uno con su correa; uno es mediano y de pelo corto y negro; el otro, es grande y de pelo lacio y beige. Seba está agachado en la vereda de enfrente, sacándole una foto a una casa. La mujer, que está en jogging, zapatillas y campera polar, vive justo en esa casa. Nos mira y entiende, pero no quiere salir en la foto. Me cruzo de calle para evitar el encuentro de mi perra y sus perros, que se miran con cara de pocos amigos, y la saludo con la cabeza y un ‘buenas tardes’ bajito. La mujer ya tiene la llave en la mano, pero frena y espera a que Seba saque la foto (es esta de acá abajo) porque sabe que su casa es hermosa y que está en el Pasaje Monroe.

Processed with VSCO with c1 presetFotos: Seba Sierra @donsebita

Buenas tardes oficial

No era nuevo para mí, ya me había pasado antes. Antes y cada vez que los tenía cerca. Y cuanto más vieja estaba, los síntomas empeoraban. La sola posibilidad de que sean ellos provocaba en mi cuerpo esa anticipación de que algo malo iba a pasar.  Y después, una vez que pasó, la resaca. El cuerpo plagado de sustancias moviéndose como autos en una carrera de fórmula uno.  Los vi de lejos.

Soy miope desde los siete años, y a mis veintinueve soy lo que se conoce como miope alto (o alto miope), porque mi graduación es mayor a seis dioptrías o, más fácil, -6 de miopía. Me pierdo de ver muchas cosas. Lo primero que hago y lo único que puedo hacer ni bien me despierto es ponerme mis lentes. Dependo de ellos por completo. Pero cuando tengo miedo hago zoom. Se agudizan el resto de mis sentidos y entre todos me ayudan a percibir con un detalle que no acostumbro. En verdad, los cerebros de todos están alerta a cualquier situación de riesgo que se acerque. Pude ver, a lo lejos, sus conitos naranjas. Era de día: viernes 4 pm. No se veían luces azules ni intermitentes. Íbamos camino a San Antonio, a pasar un fin de semana largo entre amigas. Yo manejaba y las chicas cantaban una canción del Chano que ya habíamos escuchado tres o cuatro veces en la hora y media que llevábamos de viaje. Salida a Villa María a 500 metros decía un cartel azul gigante con letras blancas. Desaceleré y me corrí a la derecha. Empecé a sentir una leve cosquilla en mis pantorrillas. Repasé mentalmente: carnet de conducir vigente, cédula verde y azul, póliza de seguro, constancia de pago del mes, matafuegos. Listo. Tenía todo. Nos acercamos un poco más y las chicas también vieron que había algo, pero siguieron cantando.

Nunca entendí demasiado el porqué de mi miedo a la policía. A medida que nos acercabamos, bajaba cada vez más la velocidad. No quería llegar nunca. Había un Renault 21 verde oscuro parado al costado de la ruta. Un oficial estaba apoyado en la ventanilla hablando con el conductor. Más adelante había dos móviles, parados en paralelo y con las luces prendidas. Eran dos Corsa blancos con baúl, cinco puertas, con franjas amarillas y azules, y el logo de la Policía Caminera. Llegando, ya a paso de hombre, una mujer policía comienza a cruzar la ruta con pasos lentos y largos. Se  para en el medio de nuestro carril, nos hace seña de que bajemos la velocidad con la mano, arriba-abajo, arriba-abajo, y luego que nos corramos al costado, izquierda-derecha, izquierda-derecha. Dejo de sentir mis piernas, y las palmas de las manos empiezan a transpirar, siento que se me resbala el volante. Tranquila, tenes todo, no pasa nada, ¿qué cosa tan mala puede pasar? Nada puede pasar, pero les tengo miedo. Me levanto los lentes de sol, son grandes y negros, no quiero resultar sospechosa. Trago un litro y medio de saliva y bajo el vidrio. Buenas tardes oficial.

Dana

Las nubes me siguieron todo el viaje y el frío va in crescendo. Voy al norte, es lógico. El tren es incómodo y el silencio me agobia. Esta gente no conoce de ruidos. Voy a conocer el Lago Ness. Son cuatro horas desde Edimburgo, voy y vuelvo en el día. Me están sobrando los días y no le estoy encontrando el encanto a Escocia. Todo está prohibido y a las ocho de la noche no hay más nadie en la calle. Tienen muchos cementerios, catacumbas y el museo de la tortura. También tienen a la oveja Dolly embalsamada, los cuadernos que usaba Adam Smith y el bar donde J.K. Rowling escribió los bocetos de Harry Potter. Llovió ayer y anteayer. El clima no me ayuda a no pensar en que a mi vuelta está todo desarmado. No es que no me guste un poco de incertidumbre, pero el vértigo molesta en el estómago cada vez que lo pienso.

Se subieron cuando el tren paró en un pueblito que se llama Kyrkcaldy. El padre me hace acordar a Fernando Bravo, es petiso y canoso. Lo miré bien para asegurarme de que no sea. La madre es rubia, muy rubia, de pelo lasio y corto. No llego a verla de frente. La hija tiene unos 17 años, ojos grandes y verdes y una cantidad enorme de pelo ondulado. Yo estoy en el asiento de al lado, nos separa un pasillo.

– Ey Dana

– …

– Danaaaa

– ¿Qué pasa Ma? Dana se corrió uno de sus auriculares hacia arriba. Son unos auriculares wireless gigantes, cuestan como 200 libras y suenan como los dioses.

– Hija, lo único que te faltaba para ser autista era comprarte esos auriculares. Dana bajó la mirada y volvió a ponerse su auricular.

– ¿Leíste la nota que te pasé sobre la infusión de hierbas para la acidez estomacal?

– Marina, soy médico, no pienso tomar hierbas.

– Pero qué le hace que seas médico, ahora están de moda las hierbas y las terapias naturales. Abrí un poco esa cabeza.

Dana se sacó los auriculares, y los interrumpió.

– Ma, haceme un favor. Agarrá tu telefonito y googleá la definición de autista.

Volvió a ponerse los auriculares, y a mirar hacia adelante, los miraba a ellos, pero con la mirada perdida.
El tren empezó a acercarse a las montañas y los paisajes eran envolventes, llenos de árboles de muchos tipos, cascadas y animales.

– ¡Dana mira afuera! Mirá las vacas, muuuuu, mira los patos, cuakkk – La madre hace todo tipo de ruidos para llamar su atención. Me gusta tenerlos cerca. Dana no se da por enterada.

– ¡Dana mira la cascada! ¿Podes mirar afuera? – le dice el padre – ¡Marina decile algo! A esta chica le falta un tornillo.

Entiendo todo todo. Quiero abrazarla, decirle que ya va a pasar esa angustia. Que su viejo no es un mal tipo, solo que se olvidó de como era ser adolescente. Que quisiera acercarse pero no encuentra el modo, que es un poco brutito y su inteligencia emocional es nula, pero que las intenciones son buenas.

Y a el también le diría que la entienda y que no le exija. Que a sus 17 años no le interesa ni un poco ver una vaca perdida en medio de la montaña escocesa. Que nadie le va a poner like a una foto con un pato de Escocia. Que su amiga está en St. Barths y los padres son tan estéticos. En cambio los de ella son padres normales, que salen del frío para ir al frío, que usan guías turísticas y mapas, que en lugar de ropa y tecnología, compran imanes y platos de los lugares que visitan para exponerlos en la vitrina del living.

Yo también, durante mucho tiempo, me quedé dormida en el tren. Y fui desagradecida por no mirar los paisajes, por elegir leer, dormir o escuchar música, por elegir irme otro mundo. Y ahora, en cambio, estoy maravillada con las formas que tienen las montañas, y la gama de verdes de las plantas, y los rayos de sol que salen de las nubes y se meten en la vegetación como si fueran espadas de luz. Y saco fotos, todo el tiempo. Quiero guardar para mi este momento hermoso. Pero tuvieron que pasar diez años.

– Dana, ¿queres? – El padre le ofrece chicles. Sin mirarlo le dice que no con la mano. – ¡Pero mira que son ricos! – Dana lo ignora.

– Marina, creo que aquellas dos son argentinas.

– ¿Cuáles? ¿Las dos rubias de allá atrás?

– Si.

Against the current

– Mi pedazo es mucho más chico.
– Decile que te lo cambie.
– No, ya está, pero fijate la diferencia entre el mío y el tuyo.
Era un restaurant de pisos, paredes y techo de madera, al pie de una montaña. Una estufa a leña calentaba la sala. Nos esperaban con la comida luego de terminado el trekking al Glaciar Briksdal, en pleno valle del este de Noruega. Era un pedazo de salmón rosado. Y el pedazo chico le tocó a mi mamá.

Nos habían sentado con una pareja de españoles y su hijo. Ya los había visto mientras hacíamos la caminata al glaciar. El pibe estaba en la misma que yo, de viaje con sus viejos. La única interacción de la mesa había sido un saludo cordial cuando nos sentamos, y ahí había escuchado su acento. Me gusta escucharlos.
El primer plato fue una sopa cremosa que no comí, y se la pasé a mi papá que comió ambas porciones. Esperé el plato vegetariano que llegó cuando todos habían terminado. Los españoles hablaban de un equipo de fútbol que había pasado a la final de la champions. Nosotros no hablábamos. Estábamos incómodos con esos tres extraños enfrente. Yo intentaba conectar el wifi.

– ¿Y? ¿No hablaron más? ¿Como te sentís con eso? – me preguntó mi mamá cuando terminó su porción chica de salmón.
– No Ma, no hablamos desde la última vez que te conté – le respondí bajito. No podíamos estar frente a esta gente y ni siquiera intercambiar una mínima charla. A ellos no les pasaba lo mismo, hablaban como si estuviesen solos.

– ¿Y de qué parte de España son? Les dije, un poco nerviosa, interrumpiendo su conversación futobolística. Mi viejo se levantó y se fue.
– Del País Vasco, Bilbao.
Mis preferidos. Los vascos son mis españoles preferidos. Había estado el año pasado en San Sebastián y me había enamorado completamente.

– Qué lindo lugar. Estuve por su zona el año pasado y me gustó muchísimo.

Mi viejo volvió a la mesa contento porque había encontrado un mapa de Noruega, y dijo algo sobre el deseo de los vascos de separarse de España, y sobre sus amigos vasco argentinos que dicen no ser españoles. Siguieron hablando de la corrupción del gobierno español, y la corrupción del gobierno argentino, y del desastre del desastre del desastre. Se reían, compartiendo su decepción con el mundo. Parecían cortados con el mismo cuchillo.

No recuerdo como fue el postre, pero si que nadie lo comió y nos fuimos. Ni sé si nos dijimos chau.

Marito

Hoy fui a ver un monoambiente. Salí tarde del trabajo y llegué justito a la cita de las 6 pm. Dormí la media hora que tarda el tren desde San Isidro hasta Retiro. Me despertó un chico, tocándome el hombro dos veces con su dedo índice – Ey, llegamos –

– Gracias – le dije entredormida y enseguida abracé mi cartera para ver si estaba todo. Reconozco desde afuera lo que hay adentro: celular, billetera, llaves. Afuera seguía lloviendo.

La chica de la inmobiliaria me esperaba en el hall de entrada. Estaba sentada en uno de los sillones, mirando el celular. Me acerqué al vidrio. Cuando me vio, se levantó y le hizo señas a un señor que me abra. El encargado del edificio era un hombre alto, con pelo largo y bigotes. Abrió la puerta, me revisó con la mirada de arriba abajo, me aprobó y dio un paso atrás para dejarme entrar – Este se cree el dueño del edificio – me dijo la chica de la inmobiliaria mientras caminábamos hacia el ascensor.

Mario, el encargado del edificio donde vivía en Rosario estaba algo chiflado y todos ahí lo odiaban. En cada reunión de consorcio sacaban números para ver si convenía echarlo o no. Y nunca convenía. Entonces, dedicaban por lo menos media hora de reunión, para decir todo tipo de barbaridades sobre Marito mientras descargaban sus propias frustraciones. No les gustaba su cara, su olor, su forma de limpiar, sus ausencias injustificadas, sus infinitas enfermedades y accidentes. Cuando votaban, para juntar el quórum necesario para echarlo, yo era la única que no levantaba la mano. Marito me había pedido plata para tomarse el colectivo, había usado mi teléfono fijo cada vez que se quedaba sin crédito y me había robado varias horas de mi vida contándome sobre su expertise en fotografía y filmación de partidos de fútbol infantiles; o sobre el amor de su vida, que se casó con otro mientras el estaba en la colimba. Pero hacía diez años que sabía todos mis movimientos y jamás había dejado de saludarme con una sonrisa. Una de las vecinas del edificio, una señora alta de unos 60 años, que vivía enojada y apurada, y ninguneaba al marido en los siete segundos que tarda el ascensor en llegar a planta baja, dijo en una reunión que Mario miraba revistas pornográficas en su “cuartito” y que por eso nunca estaba disponible. Sí era cierto que Mario, como muchos de los de su gremio, pasaba varias horas en la vereda, lustrando los timbres hasta que se gastaban, y mirando a todas las mujeres que le diera la vista. Tenía un par de anteojos con culo de botella que le hacían efecto de lupa a sus ojos marrones, y se cortaba el pelo como un milico, según sus propias palabras. Los consorcistas decidieron sacarle la puerta a su cuartito, para  que no haga más «chanchadas». Mario los denunció en el sindicato por daño moral y la indemnización nos costó el fondo de inversión que habíamos acumulado en varios años. El Marito del edificio de calle Libertad tenía mejor presencia, pero estaba igual de loco.

Atravesamos todo el hall y llegamos a los ascensores. Mientras subíamos me miré al espejo y tenía la pintura de los ojos corrida. El edificio era imponente, de estilo racionalista y de construcción sólida. Quedaba por calle Libertad, entre Libertador y Posadas. Llegamos al piso siete, era un palier compartido, departamentos A y B. Había olor a rancio. Entramos, y el departamento era igual a una habitación de hotel. Sólo que en un rinconcito, tenía un intento de cocina, con un anafe y una bacha. El baño estaba limpio, aunque tenía varios años de uso. El piso era todo de alfombra gris, gris desteñido. El balcón daba al contrafrente, a un pulmón de manzana, y a pesar del día feo, entraba buena luz desde la ventana. La chica me habló de todas las cosas buenas del edificio y de todas las malas del departamento. No parecía muy convencida de lo que estaba ofreciéndome. – La alfombra tiene ya muchos años y no es la opción más higiénica, pero ahora viene un producto de Ayudín para alfombras que dicen que es muy efectivo -. Bajamos y antes de despedirme, le pregunté si el edificio tenía cochera. – Seguro hay alguna disponible, pero no preguntemos ahora porque este es medio mala onda, tendrías que consultar con el encargado de la mañana – me dijo y pensé en Mario. Primero viene la suegra y después el encargado del edificio en el top five de los más odiados. Cuáles serían los puestos tres, cuatro y cinco… – Chau … cómo era tu nombre, cualquier cosa me llamas, vos tenes mi teléfono – me interrumpió – Si si, te aviso si me decido por este, gracias – y me fui caminando por Posadas, un poco desilusionada. Ya había caminado la calle y me re veía en el barrio.

Llegué a casa, y tenía mensajes de whatsapp de Magui, preguntándome cómo me había ido, quería saber si de una vez por todas me decidía por alguno.

– ¿Qué tal el depto de calle Libertad? ¿Te gustó?

– Hola amiga, no está mal, pero tiene bastante olor a viejo, mucha alfombra, la cocina es mínima. Pero no bajo los brazos

– Ok, pero no mueras en el intento, yo ya estuve ahí y vas a tener que establecer prioridades, porque el departamento perfecto no existe. Entrando a clases. Te quiero. Chau.

Dejé el cel cargando, destapé una cerveza, abrí la pc, retomé la búsqueda de departamento y volví a ilusionarme. Me imaginé en ese lugar soñado: la cocina es espaciosa, los muebles son blancos. Hay una barra que conecta con un living pequeño, el piso es de parquet viejo, de los de antes, pero se puede pulir, y tiene un sillón de dos cuerpos con muchos almohadones. El balcón da al frente con dirección norte. Las paredes son blancas, porque los colores van en los detalles, no en las paredes. Tiene una habitación y está separada. En la habitación hay una cama doble, de uno noventa, hay dos mesitas de luz estilo vintage y mucho placard. El baño es sencillito, pero tiene un espejo gigante. Hay buena luz y circulación de aire.

Pensé en lo que me dijo Magui, tengo que establecer prioridades. Busqué una hoja, hice un cuadro, y en la parte de arriba escribí: alquiler, expensas, ABL, demás gastos, frente/contrafrente, balcón, amenities, cochera. Frené, taché y me eché sobre el respaldar del sillón. No, no y no. No más elecciones mentales. Quiero enamorarme. O no, no sé si eso existe, pero si que se me mueva algo adentro. Algo así como mi departamento de Rosario, que a pesar de ser viejo, me hace sentir bienvenida cada vez que entro. – Pero queda en Rosario y ahora vivís acá – me dije, casi como un mantra.

Mareada entre fotos de baños, cocinas y placares, se hicieron las diez de la noche. Diego debía estar por llegar.

Sonó el timbre, la llave estaba puesta del lado de adentro.

– Hola Die, ¿cómo estas?, ¿qué tal el viaje?.

– Bien, tranquilo, poco tránsito, es la mejor hora para entrar los viernes.

– Buenísimo, me alegro. Te destapo una Patagonia.

– Dale, ¿vos en qué andas?

– Estoy en búsqueda.

– Ah, si, de depto. ¿Hoy no visitabas uno?

Si, pero no, no me cerró. Quiero encontrar ese que me está esperando. Quiero verlo y enamorarme, o no. No sé si eso existe. Pero que se me mueva algo adentro.